jueves, 30 de julio de 2009

MIRALE A LOS OJOS

Tratar adolescentes no es una ciencia oculta reservada a expertos. Es cierto que requieren un trato algo diverso, pero en definitiva cada uno ya somos de una forma, y pedimos que nos traten como somos, no como los demas creen que debemos ser. Los adolescentes estan en esa etapa prodigiosa de la vida en la que se abandona la infancia y se pasa a la edad adulta, y estan en su derecho de que no se les trate como ni�os. De todas formas, no son adultos, y todavía no tienen la experiencia y la capacidad para poder tener un control total de su vida, sus emociones, sus miedos, sus ilusiones y sus proyectos. El adolescente necesita la presencia activa y discreta del adulto, que le da seguridad para poder crecer con éxito.
Todo esto está muy bien en la teoría, pero ¿cómo se come?� � ¿Cómo sabemos si nos estamos pasando, o no estamos llegando? ¿Cómo sabemos si en el tiempo libre ha estado metido en asuntos que le pueden perjudicar? ¿Cómo sabemos si necesita nuestra ayuda? En casa le damos unos valores, pero ¿qué hará cuando esté fuera?
No hay recetas, y cada uno hace lo que buenamente puede. Una madre, por ejemplo, decía que había tomado una costumbre que le había servido: mirarle a los ojos directamente una vez al día. Una mirada de madre, llena de comprensión, de cariño, no una mirada inquisitiva. Al volver del instituto, a la hora de la comida, después de salir de fiesta. No preguntaba nada; sólo decía esta palabra: “Mírame”. Sólo una madre conoce bien lo que significa esa mirada, y sabe leer en ella lo que los labios a veces no se atreven a decir. Ha sido testigo de cómo esa mirada se abrió al mundo por primera vez, se hizo curiosa en el niño, triste en la fiebre, alegre en la fiesta, interrogadora en la juventud.

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