domingo, 6 de diciembre de 2009

Reflexión para el ADVIENTO.

¿Qué es el Adviento?
El tiempo de Adviento no es un tiempo de penitencia al estilo de la cuaresma, que busca la conversión por el hecho de conocer el sacrificio de Jesús por nosotros en la Cruz. El Adviento es el tiempo favorable para emprender un cambio del corazón y para dar un nuevo y decisivo paso en nuestro caminar espiritual, es conversión como preparación por la espera de Jesús.
Adviento, este tiempo litúrgico que antecede a la espera de la Navidad, es, más que un tiempo litúrgico, una actitud de vida y un compromiso personal y comunitario del creyente y de los que en Iglesia creemos en Cristo.
Pero, en realidad, ¿esperamos algo o a alguien?. En el mundo secularizado en el que hoy vivimos, no estamos acostumbrados a esperar, queremos frutos ya, soluciones ya, acontecimientos ya.
El empresario quiere y solo espera resultados por encima del bienestar de sus trabajadores, sea como sea, y al cualquier costo.
El poderoso aumenta su poder a costa del débil y de sus debilidades.
El listo se ríe del torpe, cuando en realidad necesita de alguien que lo ayude a crecer.
El hambriento está aún más hambriento, cuando en estos días el mundo civilizado se desmadra con el consumismo y derroche.
El pobre es aún mas pobre gracias a la indiferencia del mundo que mira para otro lado.
El afán de poseer, gozar y triunfar como sea, va desplazando otras preocupaciones más transcendentales en la vida y adormece, a veces, los ideales del hombre más honrado.

Crece el número de los que rechazan vivir según el espíritu de la verdad y la honestidad justificando sus conductas con aquello de “todos lo hacen”, o bien, “la sociedad lo permite”. De esta forma se va confundiendo la permisividad con la licitud, lo legal con lo moral, al tiempo que la costumbre se va convirtiendo en norma.
Hoy más que nunca urge vivir el espíritu del Adviento. Nos circundan por todas partes manifestaciones de crisis: crisis del espíritu humano, crisis por los logros de otros y yo no puedo lograr, crisis de confianza en lo que puede hacer el hombre y sus instituciones, hay crisis de confianza en los gobiernos, en los regímenes, en los modelos políticos y económicos, hay desconfianza entre los pueblos y las naciones, hay incredulidad en los lideres espirituales, hay desilusión, hay desesperanza porque hay hambre y mil formas de inequidad, de injusticia, de violencia y de muerte. Hay un sentir colectivo según el cual nuestro presente es de no-futuro.
Por otra parte, los medios de comunicación social nos informan, cada vez con más rapidez y precisión, de toda la realidad que acontece entre nosotros. Conocemos cada vez mejor las injusticias, las miserias, los abusos que se cometen diariamente en nuestra sociedad.
Hay incertidumbre, hay pérdida del sentido de la vida, hay angustia, vivimos tiempos difíciles en todos los ámbitos del quehacer humano y sin embargo, la liturgia católica, en este tiempo de Adviento nos invita, una vez más, a la espera de la Esperanza, al compromiso y construcción de tiempos mejores.
Así nos encontramos con un cuadro poco halagüeño en nuestro entorno: “muchos duermen”, diría San Pablo, y otros, desanimados por el ambiente, creen, poco menos, que aún no es posible el poder vivir según el espíritu evangélico.
Es, entonces, cuando el enemigo suele aprovechar el momento para hacer su obra, mientras duermen los criados del amo (cf. Mt 13, 25). Por eso, estos momentos de debilitamiento de la vida de fe y la indiferencia religiosa exigen una fuerte sacudida a los espíritus.
El Adviento, con la inminencia de la llegada del Señor, es el tiempo a propósito para despertar del sueño o la modorra en la que nos podamos encontrar envueltos.
¡Despertémonos ya.!

Alfonso Ostos