jueves, 30 de julio de 2009

La Misa en Familia es mejor.

“Mandar” al niño a Misa es un rito que se repite los domingos en muchas casas: la criatura desayuna, se ducha, se peina, le damos una moneda para la “bandeja” y otra para que se compre “chuches”, llama a la puerta el amigo o la amiga, y se van para la iglesia. Pero, ¿y los padres? Quizá hayan participado en otra Misa más temprana, para tener tiempo para las tareas de la casa, o hayan ido la tarde anterior… o simplemente, “no tienen tiempo”, “no me ha dado tiempo de arreglarme”. ¿Por qué no hacer el esfuerzo, e ir todos a Misa juntos?
Ir a Misa el domingo todos juntos es uno de esos acontecimientos que más llena la vida de familia. Es una ocasión para hacer algo juntos, cuando la vida moderna nos va quitando momentos comunes. Cuando somos mayores los recordamos con cariño. Un chiquillo que va a Misa acompañado por sus padres se le nota “a la legua”, porque la fe cristiana va entrando en la vida del chiquillo no con calzador, sino con naturalidad. Y un crío, un joven con una recia formación cristiana tiene muchos puntos ganados para enfrentarse a ciertas cosas de la vida con éxito.
¿Cuesta hacerlo? Por supuesto. Habrá que madrugar un poco más para tener la casa en orden, habrá que gritar algún día porque gansea desayunando y no llegamos a Misa, habrá que tirar de él cuando un día se le ocurre renegar (¿a quién de los que hoy venimos a Misa no nos han “tirado de las orejas” para ir?), habrá que… Pero vale la pena. Es el “gota a gota” que riega la fe. Acompañar a los hijos a Misa es casi un deber para los padres cristianos, y sobre todo, es una alegría.

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